No te olvido
.
.
Un sentimiento de extrema melancolía me embargó en nuestro primer encuentro, cautiva, como el resto, la excepción, haber vivido en libertad.
Bestia torda, de porte majestuosa, arisca, tranquila, inquieta, curiosa, me gusta
su carácter, tiene voraz apetito aunque un tanto recelosa.
Siempre que puede mordisquea, si no le dejas refunfuña, da igual las veces, sabes que lo volverá a intentar.
No se rinde, terca como nadie más.
.
Poco a poco me atreví a acercarme, con arisco recelo ambos compartimos buenos momentos, me costaba atarla, a veces no se dejaba y otras yo no quería.
Cuanto más cerca más grande parece, una pisada le basta para aplastarte, y aunque es de baja cuna grande es su nobleza.
La cepillé, se durmió, ya no había recelo, sí tensión, compartimos caricias, refunfuñamos al unísimo.
Convencía a la dueña para liberarla, cada día que no podía yo le hacía poder, me esperaba en la puerta, refunfuñando con el morro prieto, quería salir.
Me encantaba soltarla, de pronto la bestia se convertía en fuego, me daba miedo, revolcones en la tierra, nunca antes contemplé algo así.
Me decían de usar la fusta, yo soy más de consentir, le pedía lo que yo le daba, caminamos a un mismo paso, a veces había cuatro patas, otras seis.
Había que trotar, mañana soleada, mañana nublada, mañana encharcada, sudor compartido, vueltas en círculo, nada era igual.
Se tumbaba a mi lado, ¡menuda impresión!, le gusta provocar, a veces me retaba, yo aceptaba, llegó a morderme, con cariño,
me llenó de babas cientos de veces, me gruñó otras tantas, relinchó, me hizo vibrar.
Me provocaba, yo respondía, la llamaba, a veces venía.
Terror es verle acercarse, impetuosa como nadie, no para de lejos, no, necesita acercarse, es una sensación extraña, parece que te arrolla pero se detiene, bufa, sientes su aliento.
.
Había confianza, la justa para el atrevimiento, de allí bebí.
Subirse a lomos de una bestia es una experiencia aterradora, debe consentir, una vez arriba la tensión me hacía sonreír, terror, grandiosidad de la vista.
Todo cambia, el mundo se encuentra a tus pies, el sol, la brisa, te envuelven de otro modo.
Nunca seré buen jinete, me quedó claro desde el primer momento.
Me lo puso difícil, no desistí, cabezones los dos, tercos como mulas entablamos mil batallas, algunas las perdía otras me las dejaba ganar.
Encontré sus puntos débiles, ella encontró los míos. No la ataba en corto, bueno, algún día sí, era mí recompensa, nunca la acepté más de dos veces.
No le tiraba, le sugería, la rienda me sobraba, no me gustaba imponer, deseaba aprender, compartir.
Conseguí prepararla, se dejaba hacer, ritual macabro, consentido, obligación impuesta.
.
Un día, por fin me atreví, salimos. Me mostró su verdadero rostro, aquél que casi siempre ocultaba, ya no fuego sino viento.
Viví algo majestuoso, troté sin descanso, galopé eternamente, volé sobre su lomo. Casi salto un almendro, de cabeza, toqué cielo.
Trepé avismos, descendí montañas, durante algunos segundos consentimos ser uno.
Sintonizamos, ella quería, yo encantado, compartimos, volamos juntos sobre el viento, fuimos viento.
El tiempo se detenía en cada bocanada, de pronto un frenético impulso, todo quedaba atrás.
Atravesamos la bruma, rompimos el tiempo, arrastramos el recuerdo.
Ví lo que no era sombra y me encantó, también me llenó de moratones.
Desde entonces fuimos iguales.
Volví al principio, la melancolía me embargó.
.
Llegamos a ser, encontramos comunión. Le estoy muy agradecido pero nunca podré ser buen jinete.
Ella es libre y yo la quiero. Pese a ello, no puedo liberarla.
Siempre que puede mordisquea, si no le dejas refunfuña, da igual las veces, sabes que lo volverá a intentar.
No se rinde, terca como nadie más.
.
Poco a poco me atreví a acercarme, con arisco recelo ambos compartimos buenos momentos, me costaba atarla, a veces no se dejaba y otras yo no quería.
Cuanto más cerca más grande parece, una pisada le basta para aplastarte, y aunque es de baja cuna grande es su nobleza.
La cepillé, se durmió, ya no había recelo, sí tensión, compartimos caricias, refunfuñamos al unísimo.
Convencía a la dueña para liberarla, cada día que no podía yo le hacía poder, me esperaba en la puerta, refunfuñando con el morro prieto, quería salir.
Me encantaba soltarla, de pronto la bestia se convertía en fuego, me daba miedo, revolcones en la tierra, nunca antes contemplé algo así.
Me decían de usar la fusta, yo soy más de consentir, le pedía lo que yo le daba, caminamos a un mismo paso, a veces había cuatro patas, otras seis.
Había que trotar, mañana soleada, mañana nublada, mañana encharcada, sudor compartido, vueltas en círculo, nada era igual.
Se tumbaba a mi lado, ¡menuda impresión!, le gusta provocar, a veces me retaba, yo aceptaba, llegó a morderme, con cariño,
me llenó de babas cientos de veces, me gruñó otras tantas, relinchó, me hizo vibrar.
Me provocaba, yo respondía, la llamaba, a veces venía.
Terror es verle acercarse, impetuosa como nadie, no para de lejos, no, necesita acercarse, es una sensación extraña, parece que te arrolla pero se detiene, bufa, sientes su aliento.
.
Había confianza, la justa para el atrevimiento, de allí bebí.
Subirse a lomos de una bestia es una experiencia aterradora, debe consentir, una vez arriba la tensión me hacía sonreír, terror, grandiosidad de la vista.
Todo cambia, el mundo se encuentra a tus pies, el sol, la brisa, te envuelven de otro modo.
Nunca seré buen jinete, me quedó claro desde el primer momento.
Me lo puso difícil, no desistí, cabezones los dos, tercos como mulas entablamos mil batallas, algunas las perdía otras me las dejaba ganar.
Encontré sus puntos débiles, ella encontró los míos. No la ataba en corto, bueno, algún día sí, era mí recompensa, nunca la acepté más de dos veces.
No le tiraba, le sugería, la rienda me sobraba, no me gustaba imponer, deseaba aprender, compartir.
Conseguí prepararla, se dejaba hacer, ritual macabro, consentido, obligación impuesta.
.
Un día, por fin me atreví, salimos. Me mostró su verdadero rostro, aquél que casi siempre ocultaba, ya no fuego sino viento.
Viví algo majestuoso, troté sin descanso, galopé eternamente, volé sobre su lomo. Casi salto un almendro, de cabeza, toqué cielo.
Trepé avismos, descendí montañas, durante algunos segundos consentimos ser uno.
Sintonizamos, ella quería, yo encantado, compartimos, volamos juntos sobre el viento, fuimos viento.
El tiempo se detenía en cada bocanada, de pronto un frenético impulso, todo quedaba atrás.
Atravesamos la bruma, rompimos el tiempo, arrastramos el recuerdo.
Ví lo que no era sombra y me encantó, también me llenó de moratones.
Desde entonces fuimos iguales.
Volví al principio, la melancolía me embargó.
.
Llegamos a ser, encontramos comunión. Le estoy muy agradecido pero nunca podré ser buen jinete.
Ella es libre y yo la quiero. Pese a ello, no puedo liberarla.