Me levanto por la mañana- Cuentos para Pensar

Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera.
No lo veo
y me caigo en él.

Al dia siguiente
salgo de mi casa,
me olvido de que hay un socavón en la acera,
y me vuelvo a caer en él.

Al tecer día
salgo de mi casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo
y caigo en él.

Al cuarto día
salgo de mi casa tratando de acordarme
del socavón en la acera.
Lo recuerdo y,
a pesar de eso,
no veo el pozo y caigo en él.

Al quinto día
salgo de mi casa.
Recuerdo que tengo que tener presente
el socavón en la acera
y camino mirando al suelo.
Y lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.

Al sexto día
salgo de mi casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.

Al séptimo día
salgo de mi casa.
Veo el socavón.
Tomo carrerilla,
salto,
rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.

Al octavo día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
¡llego al otro lado!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido
que lo celebro dando saltos de alegría…
Y, al hacerlo,
caigo otra vez en el pozo.

Al noveno día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
lo salto
y sigo mi camino.

Al décimo día,
justo hoy,
me doy cuenta
de que es más cómodo
caminar…
por la acera de enfrente.»

Adaptación de Jorge Bucay de un poema del monje tibetano Rimponche

Saber disfrutar del presente- Cuentos para pensar

Dicen que Diógenes iba por las calles vestidos con harapos y durmiendo en zaguanes.

Cuentan que una mañana, cuando estaba amodorrado todavía en el zaguán donde había pasado la noche, pasó por aquel lugar un acaudalado terrateniente.

– Buenos días – dijo el caballero.

– Buenos días – contestó Diógenes.

– He tenido una semana muy buena, así que he venido a darte esta bolsa de monedas.

Diógenes lo miró en silencio sin hacer ni un movimiento.

– Tómalas, no hay trampa. Son mías y te las doy a ti, que se que las necesitas más que yo.

– ¿Tú tienes más? – le preguntó Diógenes.

– Claro que sí –contestó el rico-, muchas más.

– ¿No te gustaría tener más de las que tienes?

– Si, por supuesto que me gustaría.

– Entonces, guárdate estas monedas porque tú las necesitas más que yo.

Algunos cuentan que el diálogo siguió así:

– Pero tú también tienes que comer y eso requiere dinero – insistió el caballero.

– Ya tengo una moneda – y la mostró- y me bastará para un tazón de trigo para hoy por la mañana y quizás algunas naranjas.

– Estoy de acuerdo. Pero también tendrás que comer mañana… y pasado mañana… y al día siguiente… ¿de dónde sacarás el dinero mañana?

– Si tú me aseguras, sin temor a equivocarte, que viviré hasta mañana, entonces quizás acepte tus monedas.

Relato de Déjame que te cuente de Jorge Bucay.